sábado, 23 de mayo de 2015

Paz

Unos besos químicos, una saliva escasa, una mirada que se borra entre las botellas que se ha tomado desde hace horas. Un hombre grande que podría matarme como lo hizo mi padrastro... Pero en cambio, se le ve sumiso, quiere ser el objeto donde caen las acciones, lo asfixio con destreza (o eso creo). No se le para, está muy trabado, demasiado de afuera, yo lo miro y lo quiero, quiero cuidar los polvos, creo profundamente que la intimidad puede joderlo todo. Intento irme y me agarra como si quisiera calor, me parece un osito gigante y tierno... Me quedo un ratito más. Me gusta chupársela, me gusta que me asfixie, le faltan centímetro que podría ganar si no estuviera tan pasado en alcohol, en perico...
Pienso que en este año se rompió la magia con la que venían las relaciones, ya no quiero que me llamen al otro día, ya no quiero que me digan si les gustó o no. no quiero el examen, ni ser la chica que creo que ellos quieren. Me importa poco lo que haga (me miento). En realidad no quiero saber qué hace cuando sale de mi casa, cuando salgo de la suya. El primero fue mejor, corto, intenso y respetuoso... Apenas se corrió se puso los zapatos y se fue. Sentí alivio. Dios me salvó, con él no quiero dormir, con él no quiero querer dormir.
Anoche me prometió ponerse en forma para mí y yo lo miraba sin compasión, con el pelo revuelto y una sonrisa de "te voy a hacer mierda". Tampoco quiero, no necesito más deudas de desamor, me la quiero pasar bien y él me va bien, tiene ganas y se puede moldear.

Bienvenido, pequeño gran experimento

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